El propósito principal de estos artículos en el boletín es exponer nuestros feligreses a la profundidad, amplitud y riqueza de la tradición católica. Hasta ahora hemos hablado de la Sagrada Liturgia como la base y fuente del cristianismo. La liturgia, lejos de ser un conjunto de rituales pasados o prácticas arcaicas, es más bien la forma en que Jesucristo sostiene e inspira dinámicamente a la Iglesia. Específicamente, en el santo sacrificio de la Misa, Dios habita en medio de nosotros a través de la Eucaristía, mediante la cual nos invita a participar en su mismo ser como el “camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). A partir de la liturgia, iniciamos una serie de reflexiones sobre la primera cristiana de la historia, la Santísima Virgen María. Su obediencia y fe llevaron al nacimiento de la salvación en el mundo. Además, el intrépido coraje y devoción de María a su Hijo proporcionaron la tierra fértil en la que Cristo pudo plantar la semilla de su Iglesia, con la Santísima Virgen como la primer y más prominente miembro. Ahora, nos encontramos en el punto de discutir la brillantez del catolicismo manifestado por individuos particulares en la Iglesia a quienes identificamos como “grandes intelectuales” debido a su habilidad para echar luz sobre las cuestiones más profundas de la existencia. Con esto en mente, me gustaría utilizar este espacio en el boletín en las próximas semanas como una plataforma para publicar los escritos de diferentes pensadores y santos influyentes de la Iglesia. Encuentro esto particularmente importante durante este tiempo de Adviento cuando la Iglesia provee tantos textos ricos en contenido para nuestro crecimiento espiritual. Empezando la próxima semana, los artículos del Esplendor de Nuestra Fe contendrán una serie de escritos por varios escritores de la Iglesia seleccionados de nuestra tradición católica de 2000 años. Les animo encarecidamente a cada uno de ustedes a que tomen el tiempo para leer estas reflexiones, porque son fruto de hombres y mujeres santos que aman verdaderamente el misterio de nuestra fe. Cada uno de estos escritos son como vitrales, de muchos colores pero imbuidos por la misma luz, el mismo sol….el Hijo de Dios.