“Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi Salvador”. A los ojos de la Iglesia y en las almas de tantos creyentes, el nombre de María recuerda tantas imágenes espléndidas de una persona especial quien parece siempre estar disponible para nosotros, especialmente en momentos de gran necesidad; del tipo de mujer que siempre está dispuesta a ir más allá con nosotros sin importar cuan larga sea la jornada; de un alma apacible que ora incesantemente por nosotros  incluso cuando no tenemos la energía o deseo de orar por nosotros mismos; de una humilde madre que está siempre tan dispuesta a venir a nuestro auxilio sin importar cuál sea la circunstancia. Ella simplemente quiere ayudarnos a nosotros pobres pecadores, a los pobres hijos de Dios, a los pobres hijos de María. El nombre de María también invoca en nosotros tantas historias de cómo Dios la usa como un instrumento para compartir la Buena Nueva de nuestra salvación; para entregarnos señales y advertencias importantes cuando nos alejamos de la presencia de Dios; para ofrecernos su consejo maternal en las encrucijadas de la vida o en momentos de profundo discernimiento; para darnos una corrección suave cuando elegimos el mal en vez de elegir lo correcto o cuando hacemos el mal en vez del bien; para proveernos con inspiración amorosa cuando tenemos miedo y estamos incapaces de seguir adelante y para ofrecernos su ayuda en momentos de oscuridad, en situaciones sombrías o en momentos de extrema necesidad. El simplemente mencionar el nombre de María da fortaleza los que están abatidos, consuelo a los tristes, esperanza a los desesperados, fe a los incrédulos, algo para iluminar nuestro día cuando todo lo demás parece tan pesado o todos a nuestro alrededor parecen tan grises.  Trae a nuestro corazón tantos recuerdos alegres que describen nuestra increíble relación con Dios, nuestra increíble relación con María, la Madre de Dios. Algunas imágenes inmediatas que vienen a la mente y al corazón son: Madre, Amada, Inmaculada, Bendita, Hermosa, Virgen, Estrella, Perfecta, Santa, Pura, Vaso, Templo, Gracia, Intercesora, Rosa y la que podría ayudarnos durante esta temporada para anticipar más plenamente el regalo que deseamos para celebrar más puramente es alegría. La Iglesia llama a María la “Causa de nuestra Alegría” ¿Cuál es la causa de tu alegría? Para María, es Jesús – El Amor de Dios. “¡Señor, llénanos de tu amor!” Padre Iván