¿Que es la Liturgia? Para la mayoría, se definiría simplemente como los rituales y las prácticas tradicionales que utilizamos por el bien del culto religioso. Sin embargo, esta definición es demasiado estrecha y, de hecho, reduce la liturgia a su mínimo denominador común. Esto no significa que las rúbricas y directivas de la práctica litúrgica no sean importantes o estén pasadas de moda. Al contrario, estas prácticas son esenciales para fomentar un verdadero encuentro con el Dios vivo y así exige nuestra obediencia máxima. Sin embargo, no son un fin en sí mismos; fluyen de una realidad más profunda.
Aprendimos la semana pasada que la palabra liturgia significa “un hecho de la comunidad”. ¿Pero, qué comunidad? No puede ser simplemente la comunidad de la humanidad. Si así fuera, entonces el cristianismo no sería diferente de cualquier otra religión. No… la liturgia cristiana no es una creación de la mente humana. Se origina en algo más. Entonces debemos preguntarnos: ¿A qué “comunidad” se refiere la liturgia cristiana?
En el Evangelio de Juan, el apóstol Felipe le pide a Jesús que “le muestre el Padre”. La respuesta de Jesús es asombrosa: “El que me ha visto ha visto al Padre” (Jn.14: 9). Esta es una afirmación radical, no solo porque Jesús afirma ser Dios, sino también porque afirma que Dios no existe solo en Su divinidad. En estas palabras, Cristo está abriendo la puerta al misterio más íntimo del corazón de Dios: la Santísima Trinidad.
En el corazón del dogma cristiano está la creencia de que hay un Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios mismo existe como una sociedad de personas, tres individuos distintos tan completamente y afectuosamente entregados uno al otro que son inseparables en esencia. En otras palabras, Dios existe como comunidad. La revelación de esta Comunidad divina y la incorporación de la creación al amor de esta Comunidad es la misión de la Encarnación. Por esta razón, Jesús vino, para atraer todas las cosas “tanto en los cielos como en la tierra” a Sí Mismo a fin de reconciliarlas con el Padre (vea 2 Cor 5, 18-20, Col 1, 20-21). Esta reconciliación es lograda por Su Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión.
La definición de la liturgia, por lo tanto, es doble. Primeramente, es un hecho de la Comunidad Divina de Dios, el intercambio eterno de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En segundo lugar, por el mérito de que el Hijo es cuerpo y alma, la liturgia es la participación de la creación en este intercambio trinitario de amor a través de la vida sacramental de la Iglesia. La próxima semana, miraremos más a fondo cómo los sacramentos de la Iglesia, especialmente la Eucaristía, nos abren para participar en la vida litúrgica de la Trinidad.