Por: San Agustín
El justo se alegra con
el Señor, espera en él, y se felicitan los rectos de corazón. Esto es lo que
hemos cantado con la boca y el corazón. Tales son las palabras que dirige a
Dios la mente y la lengua del cristiano: El justo se alegra, no con el mundo,
sino con el Señor. Amanece la luz para el justo -dice otro salmo-, y la alegría
para los rectos de corazón. Te preguntarás el por qué de esta alegría. En un
salmo oyes: El justo se alegra con el Señor, y en otro: Sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.
¿Qué se nos quiere inculcar? ¿Qué se nos da? ¿Qué se nos manda? ¿Qué se nos
otorga? Que nos alegremos con el Señor. ¿Quién puede alegrarse con algo que no
ve? ¿O es que acaso vemos al Señor? Esto es aún sólo una promesa. Porque,
mientras sea el cuerpo nuestro domicilio, estamos desterrados lejos del Señor.
Caminamos sin verlo, guiados por la fe. Guiados por la fe, no por la clara
visión. ¿Cuándo llegaremos a la clara visión? Cuando se cumpla lo que dice
Juan: Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que
seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo
veremos tal cual es. Entonces será la alegría plena y perfecta, entonces
el gozo completo, cuando ya no tendremos por alimento la leche de la esperanza,
sino el manjar sólido de la posesión. Con todo, también ahora, antes de que
esta posesión llegue a nosotros, antes de que nosotros lleguemos a esta
posesión, podemos alegrarnos ya con el Señor. Pues no es poca la alegría de la
esperanza, que ha de convertirse luego en posesión. Ahora amamos en
esperanza. Por esto, dice el salmo que el justo se alegra con el Señor. Y
añade, en seguida, porque no posee aún la clara visión: y espera en él.
Sin embargo, poseemos ya desde ahora las primicias del Espíritu, que son como
un acercamiento a aquel a quien amamos, como una previa gustación, aunque
tenue, de lo que más tarde hemos de comer y beber ávidamente. ¿Cuál es la
explicación de que nos alegremos con el Señor, si él está lejos? Pero en
realidad no está lejos. Tú eres el que hace que esté lejos. Ámalo, y se te
acercará; ámalo, y habitará en ti. El Señor está cerca. Nada os preocupe.
¿Quieres saber en qué medida está en ti, si lo amas? Dios es amor.