Les voy a enviar al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo alto.” Una vez escuché decir a una persona: “las promesas están destinadas a romperse y las mentiras se suponen se cumplan”. Qué triste es decir y creer que está bien mentir y que es correcto romper una promesa. Gracias a Dios que él es la verdad y siempre mantiene su palabra. Jesús es el camino, la verdad y la vida. Nunca está bien mentir para hacer que alguien se sienta mejor. Eso se llama engaño. Nunca es correcto mentirle a alguien para evitar que ellos se lastimen. Eso es fraude. Dios nunca miente y siempre cumple sus promesas. Una promesa es un compromiso de hacer o no hacer algo. Es un compromiso, un acuerdo, una garantía. Por ejemplo, “¿jura solemnemente decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? Que Dios le ayude”. No dice ni parte, ni la mitad de la verdad, sino la verdad entera y total. O en el Rito del Santo Matrimonio, “¿prometes ser fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad y así amarle y respetarle todos los días de tu vida?” Se supone que es una alianza, permanente, por siempre. O como en el Rito de la Santa Ordenación, “¿me prometes respeto y obediencia a mí y a mi sucesores?” Estas son alianzas que hacemos con Dios y con los demás. Esos no son contratos que pueden romperse o disolverse. Cuando Dios guio a su Pueblo en el desierto, el prometió estar con ellos, alimentarlos y guiarlos, ser su Dios y protegerlos pero ellos rechazaron a Dios y rompieron la alianza. El Padre prometió enviar a su Hijo Unigénito y entrar a un Convenio Eterno con su pueblo escogido, pero ellos no lo creían. Dios nos hizo una promesa y la promesa no es menos que esto: la vida eterna. ¿Crees en esto? La Pascua de Resurrección se trata de encontrar al Salvador resucitado que murió por nosotros, resucitó de entre los muertos por nosotros, ascendió al Padre y prometió regresar y llevarnos a casa. ¿Crees en eso? Jesús está al lado del Padre intercediendo por nosotros. Por la gracia del Espíritu Santo, él permanece presente para nosotros en la asamblea reunida, en su Palabra, en su sacerdote y en su Sacramento. Dios nos ama y desea estar unido con nosotros por siempre y eso, mi amado amigo, es simplemente la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, así que ayúdame Dios. Padre Iván