“Hermanos: ¿No saben ustedes que son el templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes y el templo de Dios es santo y ustedes son ese templo?”  Creo que es fácil para nosotros olvidar que en el bautismo verdaderamente nos convertimos en el templo de Dios – la morada Santa de Dios.  Es difícil imaginar que Dios quiere morar en nosotros, especialmente cuando somos semejantes pecadores, llenos de tanta oscuridad, llenos de lujuria y codicia.  Sin embargo, Dios no mira nuestras apariencias, Dios mira nuestros corazones.  Dios nos ama y desea morar en nosotros – en cada uno de nosotros. ¿Alguna vez te has imaginado cómo es el templo de tu corazón?  ¿Qué aspecto tiene la santa morada de Dios en ti? ¿Qué tipo de estructura es?  ¿Tiene vitrales?  ¿Y el interior?  ¿Está lleno de luz?  ¿Hay velas en tu santuario encendidas brillantemente?  ¿Hay fragancia de incienso quemando el dulce aroma de tu oración interior? Hermanos: “El templo de Dios es santo y ustedes son ese templo” – así que sean santos como Dios es Santo – “sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto.”  Oh Señor, considero tu poderosa presencia llenando el santuario dentro de mi propio corazón.  Lo llenas con tu luz, lo llenas con tu amor, lo llenas tan abundantemente con tu vida.  Que el dulce aroma de la oración llene este templo.  Que ilumine mi mente y llene mis sentidos.  Oh Señor, has abierto mis ojos, has consagrado mi corazón.  El fuego de tu Espíritu Santo me consume – por favor hazme tu santa morada.  Oh Señor, hazme más plena y puramente en tu santa morada.  Lléname, inúndame, penétrame con tu Santidad, con tu vida perpetua, con tu amor sacrificial, con felicidad eterna. Oh Señor, purifícame con el fuego de tu amor.  Enciéndeme en fuego con tu amor que consume siempre.  Que tu presencia amorosa me cure, me fortalezca y me llene de tu asombrosa gracia.  Que mis oraciones se eleven a ti, Oh Señor, como incienso – que llene este templo de mi corazón y que tu tierno amor me ayude a morar contigo para siempre.  Jesús, manso y humilde de corazón, haz que mi corazón semejante al Tuyo.  Padre Iván