San Agustín se convirtió al cristianismo el 24 de abril de 387 d.C. después de 33 años de búsqueda y argumentación. El venerable Ambrosio había convencido finalmente a este joven intelectual de la verdad del catolicismo y ahora Agustín intentaba comprender su nueva religión. Regresó a África con varios amigos con la esperanza de vivir una vida monástica de estudio y oración. La madre de Agustín murió poco después de su llegada, pero no sin antes ver a su hijo convertirse en un cristiano, una gracia por la que ella oró por más de tres décadas. Fue ordenado sacerdote en el año 391 d.C., dedicando su tiempo a la oración, al estudio y a la predicación. La fama del joven sacerdote de predica con celo, de diálogo inteligente y de escritos conmovedores empezó a extenderse por toda la región y pronto fue llamado a ser obispo de su diócesis natal de Hipona. Agustín fue ordenado obispo en el año 395 d.C. a la edad de 41 años, sólo cuatro años después de su ordenación sacerdotal. Como obispo, la influencia de este santo se pudo sentir en toda la Iglesia universal. Inmediatamente empleó sus dones de intelecto al servicio del Evangelio entrando en acalorados debates con varios herejes y trabajando incansablemente para promover las enseñanzas del catolicismo. Es difícil explicar las ramificaciones del pensamiento agustiniano en la historia de la civilización occidental. Es uno de los pensadores más importantes de la historia. Sus escritos proporcionan la base de discusión para varias áreas de estudio en el Occidente, incluyendo la política, el libre árbitro, el pecado original, la teoría de la guerra justa, la epistemología, la predestinación, la esclavitud, la sexualidad y las ciencias naturales. Una de sus mayores contribuciones a la Iglesia, sin embargo, es su libro titulado Las Confesiones. Esta es la primera autobiografía del mundo, que transmite un relato bellamente conmovedor de la vida de un ser humano. Hasta hoy, las Confesiones de Agustín son reconocidas como una piedra angular de la literatura y la antropología. En este cautivante relato de la vida del santo, no limita esfuerzos para decirle al lector dónde ha fallado y triunfado, ha pecado y alcanzado la santidad. Al final, es un libro que DEBE SER LEÍDO por todo cristiano, que cuenta la historia de cómo uno de los más grandes enemigos de la Iglesia se convirtió en uno de sus santos más grandiosos. San Agustín representa a uno de esos hombres en la historia que mantuvo el delicado equilibrio entre la fe y la razón. Con tanta frecuencia en la sociedad moderna, estas dos realidades son vistas como opositoras; una es racional y no religiosa o irracional y religiosa. Esto es una mentira. Estas no son las únicas dos opciones. Existe algo así como una persona religiosa racional. De hecho, sólo una persona así puede ser llamada verdaderamente racional y religiosa. Lo que la vida de Agustín nos enseña es que la fe y la razón son ambas necesarias para el desarrollo de una persona verdaderamente religiosa. En palabras de San Juan Pablo II, la fe y la razón son como “dos alas” sobre las que el espíritu humano se eleva hacia la inteligencia. Sólo alguien que posee estas dos alas puede ser llamado católico.