Escucha a tu obispo, para que Dios te escuche. Mi vida es un sacrificio por aquellos que son obedientes al obispo, a los presbíteros y a los diáconos; y que sea mi destino compartir con ellos en Dios. Trabajar juntos en armonía, luchar juntos, correr juntos, sufrir juntos, descansar juntos, levantarse juntos, como asistentes, consejeros y siervos de Dios. Buscad agradar a aquel de quien sois soldados y de quien cobráis vuestro sueldo; que ninguno de ustedes sea un desertor. Que tu bautismo sea tu armadura, tu fe tu casco, tu caridad tu lanza, tu paciencia tu escudo. Que tus buenas obras sean tus depósitos, para que pueda obtener ahorros bien merecidos. Así que sean pacientes y dóciles unos con otros, como Dios lo es con ustedes. ¡Que tenga gozo en ti para siempre! Desde que he oído que la iglesia de Antioquía en Siria está en paz a través de sus oraciones, yo también estoy más tranquilo en mi confianza en Dios. Si tan sólo pudiera encontrar mi camino hacia Dios a través de mi pasión y en la resurrección ¡probara ser tu discípulo! Mi bendito Policarpo, debes convocar un santo concilio y nombrar a alguien que consideres estimable y especialmente diligente para ser llamado mensajero de Dios y tener el honor de ir a Siria y avanzar la gloria de Dios al hablar de tu incansable caridad. Un cristiano no es su propio señor; su tiempo es de Dios. Esta es la obra de Dios, y será suya también cuando la haya realizado. Confío en la gracia de Dios que estás listo para actuar generosamente cuando se trata de la obra de Dios. Como conocía tan bien su celo por la verdad, he limitado mi llamado a estas pocas palabras. No pude escribir a todas las iglesias porque estoy navegando a la vez de Troas a Neapolis como se me exige. Por lo tanto, quiero que tú, como alguien que conoce el propósito de Dios, escribas a las iglesias del Oriente y pídales que hagan lo mismo. Los que pueden deben enviar representantes, mientras que los demás deben enviar cartas a través de tus delegados. Así tu comunidad será honrada por un buen trabajo que será recordado para siempre, como se merece su obispo. Os deseo a todos lo mejor para siempre en Jesucristo; por medio de él, permaneced todos en la unidad de Dios y en su cuidado. ¡Adiós en el Señor!

Por: San Policarpo de Esmirna