“La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con ustedes.” Oh Señor mío, yo estaba muerto como una semilla; sin embargo lleno de potencial – tan lleno de vida. Pero muerto – en un profundo sueño. Luego tú plantaste en mí tu tierno amor y me llenaste de cosas buenas. Tú me ayudaste a entregarme libremente a ti para que yo pueda vivir y respirar y crecer. Tú me nutriste de Ti mismo, de tu Hijo, de tu Espíritu. Tú derramaste tu gracia sobre mí. Yo lo bebí – lo tomé todo; tu luz, tu amor, tu vida. Y estoy avergonzado de admitir que en ocasiones fui egoísta con tus dones. Yo produje el fruto que era amargo y desagradable a ti. Pero tú nunca te diste por vencido conmigo; tú nunca me descuidaste. Tú continuaste regándome con tu gracia; orando por mí – esperando que yo te recibiera en el centro y profundidad de mí ser. Tú deseaste que yo estuviese firmemente plantado en el río de tu clemencia, para estar profundamente arraigado en tu tierno amor y para crecer en tu divina misericordia. Tú cultivaste la tierra bajo mis pies. Tú derramaste tu cuerpo y sangre sobre mí. Tú me podaste con tu amor. Tú me diste un nuevo propósito. Tú me diste esperanza. Tú me diste sentido. Tú me diste vida. Tú eres la fuente de mí ser, la esencia de mi existencia. Tú me ayudaste a desear tus preciosos dones. Tú eres tan gentil, tan paciente, tan bondadoso, tan generoso. Oh Señor, eres un jardinero tan amoroso, paciente para nuestras almas.  Tú nos hablas, compartes con nosotros, nos animas a crecer y florecer en bellas flores. Ruego por siempre florecer la dulce fragancia de tu amor y esparcir el dulce aroma de tu paz, presencia, pasión.  A través de tus amorosas manos, pueda yo producir fruto que es placentero para ti; el fruto de la fe, esperanza, caridad. Que el fruto dado por tus amorosas manos nutra a todos tus hijos. Que puedan recibir tu amor infinito, tu maravillosa gracia, tu clemente sanación, tu paz divina. Oh Padre, que con la ayuda de tu gracia, en el nombre de tu Hijo Amado y en el fuego de tu Espíritu Santo, podamos continuar esparciendo las semillas de nuestra redención y el fruto de tu amor a través de los campos de tu gloriosa creación. Por favor haznos instrumentos de tu paz, sembradores de tu amor, árboles de buen fruto.  Padre Iván