El 17 de julio, en nuestra reunión de la alcaldía, escuchamos la nueva declaración de misión de St. Mary como una  “Parroquia de la Próxima Generación:” “En unidad con el Espíritu Santo, nuestro propósito es fomentar un amor por la liturgia que incentiva la compasión por las personas, inspira la santidad y cultiva una relación íntima con nuestro Señor Jesucristo.”

Es hermoso notar que en el centro de nuestra declaración de misión está el reconocimiento de la liturgia y su rol esencial en la vida de nuestra parroquia. Como nos recuerda el Concilio Vaticano II, “la liturgia es la cumbre hacia la cual se dirige la actividad de la Iglesia [y] la fuente de donde fluye todo su poder.” En otras palabras, la liturgia no es simplemente un aspecto de la religión cristiana, sino más bien la fuente de su existencia. Cuando tratamos de la liturgia, particularmente la Eucaristía, no estamos hablando simplemente de un aspecto de nuestra fe católica. Por el contrario, la misa es en si la fuente y la cumbre del cristianismo. No hay cristianismo sin la Eucaristía. La Eucaristía, que es la perforación del amor de la Trinidad dentro del espacio y del tiempo, es lo que sostiene la vida del Cuerpo de Cristo. La Eucaristía es lo que constituye el corazón palpitante de la Iglesia y garantiza que no se convierta en una institución puramente histórica o una entidad estrictamente política. Con esto en mente, vamos a empezar la serie Esplendor de Nuestra Fe con una colección de reflexiones sobre la sagrada liturgia y el rol indispensable que desempeña en el cristianismo. La palabra “liturgia” proviene de la palabra griega leitourgein que significa “un hecho de la comunidad”. En particular, se refiere a una acción sagrada realizada por alguien que está designado y consagrado como representante del pueblo. Sin embargo, diferente de las ceremonias inventadas de los paganos que buscaban penetrar los cielos y apaciguar deidades dominantes, nuestra liturgia ha sido revelada y dada a nosotros no por el hombre, sino por el mismo Dios. Porque, ” El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía».“(1 Corintios 11, 23-25). Jesús ordena: “Hagan ESTO en memoria mía …”, que significa: “Celebra la Eucaristía en memoria mía”. Con estas palabras, el Señor deja claro qué es lo que está en el centro del discipulado cristiano. Abrimos nuestros corazones a este gran misterio de amor en las próximas semanas de estudio para comprender más profundamente la fuente y cumbre de nuestra fe cristiana: la Sagrada Liturgia.