“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos.” En la oscuridad de un mundo cubierto por el pecado, Cristo entra a la humanidad como “una luz para la revelación”. Jesús viene en nuestro mundo para hacer visible el rostro de amor infinito y la divina misericordia del Padre y para mostrarle al mundo cuánto Dios nos desea y nos cuida. La luz revela, da a conocer lo que no podemos ver y nos da a conocer lo que está escondido. Desafortunadamente, nuestra mirada necesita ser purificada y nuestra visión espiritual corregida para poder mirar el clemente don de Dios y para ver y experimentar su maravillosa gloria. Simeón y Ana eran personas llenas de fe y del espíritu. Ellos estaban llenos con la esperanza de que sus ojos verían personalmente la “luz que alumbra a las naciones”. Ellos anhelaban al anticipado Mesías. Cuando Jesús reveló su luz, su amor, su vida, Simeón y Ana lo vieron – ellos lo experimentaron. Se regocijaron en él y atrajeron a otros hacia él. Tristemente, no fue visto por todos, solo por algunos. ¿Por qué? La gente que no estuvo preparada para la venida del Señor no lo vio aunque estaba entre ellos y hablaba con ellos cara a cara.  Ellos no podían verlo.  Esto se repite muchas veces con los fariseos y escribas quienes eran incapaces de ver a Jesús porque su propia oscuridad y pecado les prevenían de ver su luz gloriosa. Las acciones de Simeón y Ana son de ayuda para nuestra jornada espiritual. Mientras buscamos la Luz de Cristo, especialmente en momentos de desesperación, en los momentos sombríos cubiertos con desesperanza, confusión y desolación, debemos mantenernos pacientes y llenos con la gozosa anticipación de ver a nuestro Señor, Escuchamos que Simeón era un hombre justo, devoto y santo, lleno con el Espíritu Santo y que Ana era una mujer dedicada al Templo que vivía una vida de ayuno y oración. Estas hermosas disciplinas espirituales son tan beneficiosas para nuestra propia jornada espiritual puesto que dicen las escrituras, “Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios”. Oremos para que nuestro Señor continúe preparando nuestros corazones e ilumine nuestro trayecto mientras caminamos para verle cara a cara. Padre Iván