Durante Cuaresma, Madre Iglesia nos invita a compartir en la pasión y el sacrificio de Cristo a través de tres prácticas tradicionales: oración, ayuno y limosna. En las próximas tres semanas, reflexionaremos sobre estas prácticas y cómo nos ayudan en nuestro crecimiento espiritual. La oración es el corazón y el alma de nuestra fe. Esto es cierto en dos maneras. Primero, como oración eclesial y segundo como oración personal. La oración eclesial es la adoración ofrecida por la Iglesia específicamente a través de los sacramentos. Entre los siete sacramentos, es el sacrificio de la Sagrada Eucaristía que constituye el epicentro de la religión y la base para la experiencia cristiana. Por la Eucaristía, que es el acto de Cristo ofreciéndose a sí mismo dentro de la Iglesia, nuestra fe trasciende el reino de la mera memoria y se convierte en una participación activa en la vida de Dios. No hay oración que un alma individual pueda ofrecer que sea más agradable o preciosa de la oración ofrecida por el Cuerpo Místico de Cristo. Aunque esto es especialmente cierto con respecto a la Santa Misa, también es cierto para los otros sacramentos de la Iglesia, particularmente el sacramento de la reconciliación. Durante de la Cuaresma, católicos están invitados a integrar los sacramentos en su vida diaria. Visitando el Santísimo, la recepción frecuente de la Sagrada Comunión, la confesión rutinaria—estas cosas son muy recomendables como devociones cuaresmales. Además de estas prácticas sacramentales, es importante leer la Sagrada Escritura, estudiar el Catecismo de la Iglesia Católica y aprender sobre la vida de los santos. Fluyendo de esta oración eclesial y siempre en conjunto con ella, es oración personal. Muchos católicos necesitan una vida de oración activa. Ofrecen una oración antes de comiendo o dice un Ave María antes de acostarse, pero nada mas. Como seres espirituales compuestos de cuerpo y alma, debemos tener una vida espiritual. Es necesario para nuestra existencia como humanos. Y más, cuando fallamos crecer en nuestras vidas espirituales, perdemos la relación más hermosa en todo el universo: una relación con Dios. Los animales pueden establecer relaciones con miembros de su propia especie y, a veces, con miembros fuera de su especie. Pero, solo la humanidad puede relacionarse con el Divino. Solo el alma humana puede encontrarse voluntariamente con Dios. La Cuaresma es una excelente oportunidad para despertar este aspecto de nuestra humanidad. Al entrar en la Cuaresma, pidamos la gracia crecer como personas de oración con la Iglesia y en nuestros propios corazones.